jueves, 31 de mayo de 2007

LA VIDA SECRETA DE LAS PALABRAS. Instrucciones para vivir

Hoy he recuperado una película que siempre he querido ver, pero parecía que nunca era el momento, La vida secreta de las palabras. Yo ya sabía que era una película de llorar. Sólo derrame dos lágrimas, pero salieron desde el fondo de mi ser. No sé por qué cuando la tristeza es profunda solo el corazón la siente y no llega a derramarse por las mejillas. La película hace que tus entrañas recuerden esa canción de Cómplices que dice aquello de “Hoy necesito que me abraces fuerte…” y quieres acabar como Izzie en el capítulo de Anatomia de Grey tumbada en el suelo del baño sin mover un solo músculo. Hay un instante en que esa sensación inunda la sala.

La vida secreta de las palabras es como aquel libro de Mario Benedetti, La tregua. Es gris, solitaria, cotidiana, rutinaria, una vida que parece no merecer ser vivida. La forma de contarlo es simple, casi parecería descuidada, con una banda sonora algo estrambótica y en ocasiones ruidosa, pero es que la historia a través de tan grandes actores toma vida propia. La forma acaba siendo un mero continente de una exquisitez. Pero te engancha, lo reconoces, esperas esa pincelada. Y por supuesto que tiene esa pincelada de color que se da raras veces en la vida. Y no es una pincelada con música de Puccini como en aquella película de Barbra, es una pincelada sutil que te dibuja una sonrisa a la vez que te hace soltar una lágrima. Esa realidad agridulce de todos los días, de diario, aunque la historia no sea la de tu vecino. Puede que la pincelada no se desarrolle igual ni venga de la misma historia y que el gris al que se ha llegado en ese momento no haya sido por la misma razón pero te enseña, al igual que el libro, que existe una diferencia increíble entre vivir y sobrevivir. Te recuerda que somos por lo que pasamos.

También he aprendido que el que mejor rescata no es Kevin Costner, ni Ben Afleck, sino aquel que te salva de tu propia autodestrucción, de tu soledad autoinflijida por un pecado que no cometiste. . Las preguntas son ¿cómo se supera una vida? ¿cómo se supera la muerte de alguien a quien amas, de quien ya sin saberlo eres parte? ¿qué pasa con la parte de ti que dejas por el camino? Y te hace plantearte si es mejor morir habiendo vivido o vivir muerto por dentro.

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