Reconozco que me encanta Emma. Me gusta tanto que puedo verla millones de veces. Para mi es como Mujercitas. Sí, soy una mujer y me gustan las películas ñoñas. Orgullo y prejuicio, la recientemente estrenada, no me parece tan maravillosa pero me entretuvo bastante. A la joven Jane Austen le faltan tres cosas: gancho, momentos de lío y un final feliz. Todos, al menos las romanticonas empedernidas, sabemos que la autora de tan hermosas novelas no tuvo un final feliz.
En esta película los momentos románticos son más descriptivos que románticos. Personajes que se nos presentan como paletos acaban, en los últimos minutos, pareciendo los más interesantes de la película. Y la realidad acaba con todo resquicio de pasión juvenil. Alguien debería explicarles que la pasión no es lo mismo que el amor. No termino de entender como ella cree estar enamorada más allá de un enchochamiento que todos hemos tenido a esa edad. Los personajes no se conocen, al menos no más allá del desprecio mutuo en público y el achuchón en privado. La atracción descrita no se experimenta entre los actores que en mi humilde opinión, no tienen química.
Si bien su historia tiene puntos interesantes, al estar contada como una de sus novelas carece del atractivo y la fuerza de estas, quedando como mera anécdota. Carece de esos momentos de lucidez de las novelas de Jane, que llegan al espectador. Los momentos de lucidez se pierden y desvanecen, no por ser malas noticias en su mayoría sino, por no estar correctamente contados. Carece de esos momentos románticos con personajes casi torpes que meten en líos a todo aquel que se cruza en su camino. Carecen de entuertos. Y al final la película se transforma en una sucesión de malas noticias que los personajes afrontan con esmero.
Siendo franca no puedo decir que sea una película de tarde de lluvia. Diría que se queda en película de mediodía, o incluso de siesta.
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