Es curioso que el protagonista esté obsesionado por pequeños juegos de canicas que dependen de las consecuencias. Es una especie de pitagora switch con clase. Algo muy propio de personas inteligentes. Porque todos sabemos que a las personas inteligentes les gusta más pasarse horas viendo como una canica cae que viendo la caja tonta o leyendo un libro o teniendo amigos. Pero claro alguien que se carga a su mujer... a lo mejor después no le quedan muchos amigos.
La película parte de un dogma bastante cierto y a la vez incierto. Este dogma es que si te fijas bien, todos tenemos algún defecto, es decir ningún huevo es perfecto. Sólo hay que encontrar el defecto que nos hará caer. Yo personalmente tengo 1122 defectos y cualquiera de ellos puede hundirme. El punto en el que discrepo es que como ser humano también creo que puede que me de cuenta de mis defectos o errores y los arregle o le pida a alguien que me ayude. Pero la película se queda en averiguar cual es el defecto de quién y explotarlo. Debo añadir, que la película es de esas que me ponen de los nervios, no sé porque pero lo consiguen. Pero es interesante. A pesar de que Anthony haga una adaptación de su personaje más famoso y juegue con su pequeño nuevo amigo, el abogado. Un abogadito tontito que con este caso se da cuenta de que lugar quiere ocupar en el mundo. ¡Qué bonita es la ficción!
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