Me sorprendió averiguar que el amor puede residir en una piedra. Descubrí que hay piedras que son como ninguna otra, especiales, inigualables, insustituibles. Puede que haya piedras parecidas en el mundo, pero ninguna es igual, siempre habrá algo que la diferencie. El amor es así. Puedes pasarte la vida buscando en una playa de piedras la que encaja contigo. Nunca es igual dos veces, ni existen dos personas que nos llenen de igual forma. Siempre necesitamos tener al lado una persona que nos haga de bastón y guía en la vida, que nos acompañe. Es hemoso ver cómo, sin querer dos personas rotas forman un algo completo y perfecto. Cómo el destino te entrega las cosas cuando más las necesitas.
La técnica es brillante. Se mete dentro de la cabeza de él e interpreta el mundo así. La forma es ideal para el producto. Es desorganizada, loca, hay lagunas, es personal e intransferible, pero ayuda a comprender el maremagnum en el que vive el personaje. Sin llegar a ser Requiem por un sueño, sigue el camino de esta por una senda diferente, con una historia diferente y sin que esa sensación angustiosa se convierta en el centro de la película.
Somos seres autodestructivos que normalmente huimos de aquello que nos hace bien. Puede que a ti te pase como a nuestro personaje, que huyas en el plano sentimental. Quizás el plano en el que no quieras reconocer lo que es para tí sea el laboral. Nuestro protagonista es un verdadero desastre. Monk a su lado es una personita normal. No sabe, ni quiere relacionarse.
A pesar de sus manías, neuras y demás trastornos existen esos cinco minutos en los que nada importa y sólo ves a la persona amada. She/He is the one. Y lo sabes. Un pepito grillo en tu interior te lo dice. Te puedes negar a aceptarlo. Eres capaz de lanzarte e ir a por todas. ¿Qué harás con el resto de tu vida?
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